¿Qué es lo que siquiera estoy resistiendo?
- KayLeigh Fitzgerald
- 20 ago
- 3 Min. de lectura
Es en momentos como este, momentos en los que nos sentimos tan desesperanzados, cuando debemos recordar… ¡eso es exactamente lo que ellos quieren! He estado hablando mucho en mis redes, especialmente en los comentarios de Facebook (paréntesis: por favor vayan a verlos, es una locura) sobre el fascismo y los gobiernos autoritarios. Pero no lo suficiente. Hablo tanto de las herramientas de resistencia que no he explicado qué es lo que estoy resistiendo. No estoy resistiendo solamente una política o a un político. Estoy resistiendo un asalto calculado y multifrontal contra la propia idea de una realidad compartida y compasiva. Estoy resistiendo:
El Culto a la Insensibilidad. Esta es la mentalidad que celebra la crueldad de un niño en una jaula como “fortaleza.” Es la retórica que llama a la compasión “debilidad” y a la brutalidad “fuerza.” Es un sistema que exige que apaguemos la parte más esencial de nosotros mismos—nuestra empatía—para poder sobrevivir. Este es el motor central del autoritarismo: la anestesia que permite a una persona seguir órdenes sin cuestionar, ver a un ser humano como un problema a procesar.
La Niebla de Mentiras. No son solo las grandes mentiras; es el zumbido constante de tonterías diseñado para agotarte. Es inundar el espacio con tanta información contradictoria que la gente se rinde y confía solo en su tribu, o peor aún, no confía en nada. Una población que no puede ponerse de acuerdo sobre hechos básicos no puede organizarse eficazmente. Es una estrategia deliberada para paralizarnos con confusión.
El Robo de Nuestra Imaginación. Tal vez este sea el más insidioso. Quieren que creas que esta es la única manera en que pueden ser las cosas. Que las jaulas, las guerras interminables y la desigualdad en espiral son simplemente el estado “adulto,” “realista” del mundo. Venden un futuro que es o bien una fantasía nostálgica o una pesadilla distópica porque así nos impiden imaginar—y por lo tanto luchar por—otra cosa. Un pueblo sin esperanza es un pueblo dócil.
Y es contra esta oscuridad que debemos encender una luz tan brillante que duela. Debemos combatir la anestesia con sentimiento, las mentiras con verdad, y la desesperanza con visión. Por eso nuestro trabajo más esencial es crear.
Y precisamente por esto el arte no es una respuesta “suave,” sino una herramienta afilada y precisa para desmantelar cada pilar de esta opresión.
Contra la Insensibilidad, el Arte Empatiza. Una obra de teatro sobre una familia que huye de la violencia no discute con estadísticas; atraviesa el cerebro cínico y apunta directo al corazón. Obliga a sentir. Te hace preocuparte por un personaje que representa a miles. Es un antídoto contra la anestesia.
Contra la Niebla de Mentiras, el Arte Aclara. Una caricatura política puede atravesar mil páginas de testimonio confuso con una sola imagen poderosa. Una canción de protesta condensa una injusticia compleja en una letra que puede ser coreada por miles, creando una verdad unificada e innegable en tiempo real. Es un faro en la tormenta de la desinformación.
Contra el Robo de la Imaginación, el Arte Sueña. Las novelas afrofuturistas imaginan futuros negros liberados. Artistas climáticos visualizan ciudades sostenibles. Músicos componen armonías de un mundo sin guerra. No son ingenuos. Están haciendo el trabajo vital de construir un plano para un mundo mejor en nuestras mentes, convirtiéndolo en un lugar reconocible al cual podamos correr cuando surja la oportunidad.
Así que cuando sientas que la desesperanza se cuela, esa sensación de “¿qué puedo siquiera hacer yo?”—no sucumbas. Ese es el objetivo de toda la operación. En su lugar, levanta tu herramienta. Puede ser la cámara de tu celular para documentar. Un marcador para hacer un cartel. Tu voz para cantar. Tu cuerpo para bailar en una plaza pública. Tu plataforma para amplificar a un artista marginado. Tu dinero para financiar artistas radicales.


Comentarios